domingo, 6 de octubre de 2013

Ogier gana en Francia el rally y el campeonato

El viernes por la tarde, en el control de entrada a la última asistencia de la jornada, Sébastien Ogier parecía otro distinto. Apoyado en el lomo de su Polo R WRC, con los brazos en jarras y una sombra violeta sobre los pómulos, dibujada por la tensión y las horas robadas al sueño en la noche de festejos del día anterior, el galo, que ocupaba en esos momentos una desacostumbrada posición fuera del podio, presentaba, pese a todo, ante las cámaras una media sonrisa, un discurso conformista, y una mirada azul desprovista de esa garra que se le dibuja siempre que se trata de demostrar que es el mejor...

Parecía como si la coronación como Campeón del Mundo de la que había disfrutado el jueves por la tarde, en las calles de Estrasburgo, hubiese colmado su ambición sin límites; como si, una vez asegurado su primer entorchado, hubiese relativizado a un segundo plano la importancia de ganar a Loeb en su último duelo frontal sobre las carreteras de la France... Pero no, no. Qué va. Nada más lejos de la realidad...

Un ganador nato como Sébastien Ogier no suele ganar cuando está en juego la victoria, el honor... Y ayer (sábado) ya, de buena mañana, una vez recompuesto y despejado, volvió a ser el de siempre, a exprimirse al límite, ambicioso y decidido, para acabar culminando de manera inmejorable el que probablemente haya sido el rallye más lustroso de su carrera deportiva...

Además de sentenciar su primera corona mundial, el chico de Gap ha resuelto hoy (domingo), en un par de tramos, su segunda victoria en el Rallye de Francia, lanzando un ataque sin titubeos sobre unas carreteras velocísimas, con regueros de agua sobre el asfalto, tal era la lluvia que estaba cayendo, en las que había que echarle algo más que bemoles para atacar con la mordiente que lo ha hecho Ogier.

Por si fuera poco, el galo se ha dado el gustazo de festejar el rallye, de presentarse ante la afición francesa como el nuevo rey del Mundial, protagonizando junto a Julien Ingrassia, sobre el capó de su Polo R WRC, la imagen que debería haber correspondido a su antiguo enemigo, Sébastien Loeb, si no hubiese acabado tristemente accidentado, con el coche patas arriba, en su última aparición en el Mundial... Ojo, y menos mal que los organizadores de la prueba adelantaron la Power Stage a la tarde del jueves, que si no -paradojas de la vida- Ogier se hubiese adjudicado su primer título en la plaza del pueblo de 'Seb', lo que ya hubiese sido, sin ningún género de dudas, el éxtasis absoluto para el nuevo astro francés...

Por todo lo anterior, la jornada de hoy (domingo) ha sido rotundamente un día de ensueño que quedará grabado para siempre en la memoria de Ogier. El único que ha sido capaz de enturbiarle ligeramente la fiesta al equipo del piloto galo ha sido Dani Sordo, que después del accidente de Loeb, -en una nueva paradoja vital- se ha visto obligado a defender en solitario el honor de Citroën. Pero, una vez más este fin de semana, el cántabro ha dado la talla con creces, logrando mantener a raya a Latvala para evitar que Volkswagen lograse su primer doblete en el Mundial en casa de la marca francesa.

Aunque, francamente, de poco han servido los esfuerzo del piloto español, puesto que, como no fue nominado por la marca para sumar puntos en este rallye, al final los alemanes han dado un paso de gigante en su lucha por conquistar también un título de marcas que haría, no ya de un rallye, sino de toda la temporada -la de su debut en el Mundial-, un año de ensueño...

Texto de Revista Scratch escrito por Nacho Villarín







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